Ferran hurga en la herida del Atlético

Sorloth acudió demasiado pronto a su habitual cita con el gol cuando es el Barça el que está enfrente. Fue como si la diana del noruego sirviera esta vez como acicate para un equipo, el azulgrana, que con poco más de 20 minutos por delante tuvo suficiente para convertir la que ya era notable ventaja del Atlético, antes había marcado Julián, en victoria incluso cómoda. En la prolongación, porque donde las dan las toman, pero con una cuarta muesca que, puestos a llevárselo todo, valía también la diferencia particular de goles después de aquella derrota mínima en Montjuïc antes de Navidad. Parece como si hubiera pasado muchísimo más tiempo.

Porque al Barça da gusto verlo incluso cuando no da gusto verlo. No había resultado sencilla la estancia azulgrana en un Metropolitano que se antojaba velatorio y que efectivamente terminó siéndolo, pero en el que un Atlético de cuerpo presente pareció gozar de buena salud incluso cuando ya se lo daba por muerto. Siendo evidente la física, en este caso a mayores por un calendario extenuante, la herida dolorosa es la emocional. La de la bronca, la rabia y la injusticia a las que aludió Simeone en la previa. A veces sale peor todo que puede salir mal: el disparo de Lamine que puso al Barça por delante se desvió de forma grosera tras tocar en Reinildo.

Pero antes de eso, Lewandowski. Justo después del segundo acierto rojiblanco, adelantándose a Lenglet y sacando un zurdazo inapelable para devolver al Barça al partido. Y antes y después, sobre todo, Ferran. El héroe con el que quizás no se contaba, pero que con un rato y sin necesidad de suplir a los puntas tuvo suficiente para firmar un doblete con aroma a campeonato. Para cuando hizo el cuarto en un extravío local y justo antes de la conclusión, del Atlético no quedaba rastro. Demasiados golpes, demasiado dolor. La Liga también suena lejana ya, por más que este torneo se haya mostrado hasta ahora increíblemente caprichoso.

La jugada nació en Oblak, que justo acababa de agradecer la cortesía de su larguero a disparo de un Lewandowski asistido por Pedri. Continuó en Reinildo ganando de cabeza el saque largo de su portero y a partir de ahí fue obra de orfebrería: pase filtrado de Griezmann, cuya posición habilitaba Iñigo, y delicadeza de Giuliano obsequiando a Julián cuando el lance parecía pedir definición. La Araña, sí. La Araña volvía a picar ante la incredulidad de un rival que se había quedado en el otro área lamentando su escasa fortuna. En pocos segundos pasaba de una ventaja virtual a una desventaja real. Y al borde del entreacto…

Conviene matizar en todo caso que la relatada ocasión del polaco era la primera de su equipo en un buen rato. Fuera porque se había sentido superior de salida hasta adocenarse, fuera porque el Atlético siempre compite, el caso es que se había pegado media hora manejando la pelota con poco filo, sin capacidad de dar carrete a Lamine o Raphinha por las alas, sin tino para superar líneas por el centro. Flick había perdido a De Jong antes de que la pelota echara a rodar, lo que dejó hueco en el once a Casadó, pero por lo demás jugaba con los habituales.

El Cholo por su parte apenas había prescindido de Giménez y Gallagher respecto a los del miércoles. De salida su tropa pareció resignada y Lamine la tuvo a los cinco minutos, cuando tiró la pared con Olmo para plantarse dentro del área y dejar una rosca que saludó al palo por fuera igual que pudo haberlo saludado por dentro, pero fue acomodándose a lo que exigía la noche para vivir cerca de su área pero sin excesivo agobio y para agradecer que la versión de Barrios volviera a tener una pinta estupenda. La peor noticia al refrigerio era la amarilla de Reinildo, encargado de vérselas con Yamal, compensada de algún modo con la de un Koundé que tenía una de esas veladas extrañas.

Para sorpresa de nadie, el Barça se plantó en tres cuartos de cancha en cuanto aquello se reanudó. Sus centrales jugaban mucho más cerca de Oblak que de Szczesny, por si vale el dato. Lamine no anduvo demasiado lejos del gol en un remate raso, además. Así que Simeone tomó cartas en el asunto incluyendo a Gallagher por Lino y a Sorloth… por Julián. El argentino llevaba en la mochila los 120 minutos de la Champions, cierto es que llegados a este punto deja cierta sensación de orfandad en clave rojiblanca. El siguiente en dar una vuelta a la cuestión iba a ser Flick. Eric y Ferran fueron las alternativas para un superado Casadó y un diluido Olmo. Ambos entrenadores acertaron, porque los recién llegados tuvieron valor gol, pero ese tramo decisivo borró cualquier resistencia local. Festeja un gran Barça, se lame las heridas un encomiable Atlético.

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